Migración, el pan nuestro de cada día

Edwin, migrante de 32 años de edad, originario del Puerto de San José, en Guatemala, tiene la intención de llegar a los Estados Unidos porque la vida en su país es muy difícil y pregunta a las y los mexicanos, por qué no les permiten llegar allá.

Estudió hasta tercero de primaria y empezó a trabajar desde los 11 años de edad en una fábrica de sal, a partir de ese momento ha tenido un sinnúmero de trabajos pero la delincuencia y la pobreza de su país lo han orillado, por segunda ocasión, a intentar cruzar México para llegar a la Unión Americana.

La pobreza, asegura, lo obligó a tomar la decisión de emigrar; sus trabajos como operador de maquinaria de una maquiladora y el ser pescador por temporadas, le han sido insuficientes para sostener a su madre de 70 años de edad, a su pareja y para pagar las deudas adquiridas.

“En mi país no podemos estar tranquilos, ni trabajar en paz porque la delincuencia ha aumentado, nos asaltan constantemente y nos quitan lo poquito que tenemos, si tenemos una tienda pequeña nos piden cuota y si no pagamos, nos matan a alguien de la familia”, lamentó.

Viaje lento, pero un poco más seguro

Ante esas circunstancias, hace un mes y medio salió de su casa, ha preferido viajar despacio y no en el tren, conocido como La Bestia, tratando de pasar desapercibido ante la delincuencia y el personal del Instituto Nacional de Migración (INM).

Salió con 800 quetzales de Guatemala, viajaba con otras dos personas pero en Arriaga los detectaron las autoridades migratorias, pretendía subir al tren pero lo golpearon en la mano y se cayó, por lo que decidió ya no abordarlo y a partir de ese momento viaja solo.

Ha dormido en una casa abandonada, en las plazas públicas “muriendo de frío” y con el temor de ser detectado por el INM, pero con la idea firme de arribar a los Estados Unidos.

A partir de que salió de Guatemala ha visitado tres albergues, uno en Chiapas, el de Ciudad Ixtepec, en Oaxaca de Juárez, en el que le permitieron estar una noche nada más, de ahí llegó a Huajuapan y sigue en busca de lugares seguros para llegar a su destino.

Preguntando, en Huajuapan le indicaron que podía acudir a un albergue ubicado en la calle Nuyoo esquina con Campillo, a cuatro cuadras del centro y fue ahí donde pudo descansar, recobrar energía, comer y darse un baño.

Los riesgos

Cuestionó por qué es tan complicado atravesar México para poder lograr el sueño americano. La primera vez que intentó llegar al país del norte, los pandilleros lo tiraron del tren por no pagarles 100 dólares.

Esa primera ocasión también vio a tres migrantes macheteados, ha sabido de casos en los que violan a las mujeres y eso lo aterró.

En esta segunda ocasión considera que la delincuencia e inseguridad para los migrantes ha aumentado, por eso prefiere viajar solo, trata de hacerlo de la manera más discreta.

“Por la vigilancia que existe, vamos arriesgando mucho, por eso violan a las mujeres, muchos amigos se han quedado en el desierto, ojalá las autoridades nos permitieran pasar a Estados Unidos, lo único que queremos es pasar por México, no quedarnos”, aseveró.

Y es que aseguró que el peso en su país no vale mucho, “mil pesos son como 400 quetzales, en cambio el dólar vale 7 quetzales, por eso nos conviene ir a Estados Unidos”, explicó.

Pide un trato digno

Aunque reconoce que personal del INM que los detecta, los trata bien, no es así con las corporaciones policiacas que los han golpeado y les quitan lo poco que tienen, principalmente en Chiapas, y expresó: “ahí no quieren a los migrantes, los policías te agarran y te golpean”.

Del Puerto de San José, de donde es originario, manifestó que muchas personas han emigrado, muchos ya no aparecieron por la delincuencia, los han secuestrado, varias familias se han quedado llorando por sus hijos.

En México, a pesar de que ha encontrado gente humilde pero buena, que lo han ayudado para recabar dinero para el pasaje, también ha encontrado otra que no, porque ha pedido ayuda y no lo han recibido, “nos han negado hasta un vaso de agua”, lamentó.

Agradeció y bendijo a las personas que han ayudado a los migrantes, “porque es bien difícil, por eso ha habido muchas muertes, ojalá las autoridades entendieran el daño que hace que las leyes sean tan duras, pero eso nunca va a suceder, no queda más que confiar en Dios y si nos da la oportunidad de llegar, aprovecharla hasta donde se pueda”.

Apoya Iglesia a migrantes

El 18 de noviembre, la diócesis de Huajuapan a cargo del obispo Teodoro Enrique Pino Miranda, inauguró la Casa del Migrante, en esta ciudad ubicada sobre la calle Nuyoó esquina con Campillo, con el fin de apoyar a los migrantes originarios de Centro y Sudamérica.

El obispo anunció que a partir de esa fecha que “en Huajuapan no habría ninguna parroquia que no tenga al menos un cuartito y un baño para cualquier migrante que pase por ahí, porque es muy triste que cuando llegue alguien, le digamos, no tengo nada que ofrecerte”.

Dijo que también se apoya en estos lugares a quienes por alguna situación no tienen dónde pernoctar, pues ésta es una de las grandes tareas parroquiales que también impulsa el Papa Francisco.

El padre Alejandro Solalinde Guerra, defensor de derechos humanos y encargado del albergue Hermanos en el camino, calificó este hecho como heroico e histórico al resaltar que la diócesis de Huajuapan es una de las más pobres del país y aún así se esfuerza en apoyar a las y los migrantes.

Aplaudió que las 70 parroquias de Huajuapan se abrieran a la atención de quienes atraviesan el país “y es digno de reconocerse ya que a su vez, la Mixteca es una de las regiones más pobres de la República Mexicana”, dijo.

Ir a la nota fuente