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De recibir hasta 6,000 migrantes a la semana a poco más de 100: las organizaciones que ayudan en la frontera se van a México

Publicado el 2 de octubre de 2019
por Lorena Arroyo en Univision Noticias. Fotografía de Univision Noticias.

Hubo una época, hace solo unos meses, en la que al albergue de Caridades Católicas de McAllen, en Texas, podían llegar 900 migrantes al día. En el momento álgido de la crisis en la frontera sur, cuando miles de padres centroamericanos arribaban a Estados Unidos con un niño de la mano huyendo de la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades, podían contar más de 6,000 personas en ese centro en un mes. Para muchas de ellas, la casa que dirige la hermana Norma Pimentel era el primer lugar en el que se sentían seguros en Estados Unidos.

Una vez que la Patrulla Fronteriza procesaba y liberaba a los migrantes con una cita para presentarse en corte, las familias llegaban a este albergue para ducharse, comer, cambiarse de ropa y dormir mientras esperaban que sus parientes o espónsors en EEUU les compraran un billete de avión o autobús para reencontrarse con ellos en distintas partes del país. En aquellos meses, el centro de Caridades Católicas parecía un colegio, con niños corriendo por todos los lados.

Pero ahora, con las mayores restricciones al proceso de asilo y las diferentes medidas implementadas por el gobierno de Donald Trump para frenar la llegada de familias centroamericanas a la frontera, los migrantes ya casi no llegan. El albergue, que trasladaron a un recinto mayor para poder hacer frente a la masiva afluencia de familias de meses atrás, está prácticamente vacío.

“Están llegando muy pocos. Suelen llegar de 15 a 30 personas al día. Pero no están dejando a muchas familias ya. Lo que vienen son algunas mamás embarazadas o adolescentes”, afirma la hermana Norma Pimentel. “El trabajo es el mismo, pero la capacidad ha disminuido mucho y el equipo también”.

Por eso a los voluntarios que llegan a su organización, un referente para la asistencia humanitaria en la frontera, los envía al otro lado del Río Grande a ayudar a los que esperan en la ciudad mexicana de Matamoros, en el estado de Tamaulipas.

“Allí hay muchas familias en malas condiciones. Es muy triste. Muchos llevan varias semanas o meses y las condiciones son muy limitadas: no tienen baños, no tienen dónde dormir y dependen de la gente que los ayuda en Estados Unidos”, asegura Pimentel, quien también cruza en ocasiones a asistir a los migrantes.

En la actualidad son poco más de 100 los migrantes que registran cada semana en el albergue de la hermana Pimentel y esa cifra podría bajar prácticamente a cero si se cumple el anuncio hecho por el secretario interino de Seguridad Nacional, Kevin McAleenan, de que no liberarán a más familias migrantes de las estaciones de la Patrulla Fronteriza al interior del país.

Según ese plan, los migrantes que pasen la entrevista de miedo creíble serán enviados a México sistemáticamente, salvo contadas excepciones médicas o humanitarias, y se unirán así a las más de 40,000 personas que en los últimos meses han sido regresadas al país vecino bajo los conocidos Protocolos de Protección de Migrantes (PPM) mientras avanzan sus casos de asilo en la justicia estadounidense.

Pero mientras en un lado de la frontera bajan los números de migrantes que necesitan ayuda, del lado mexicano cada día aumenta la necesidad, y los albergues y las organizaciones locales que los atienden están desbordadas.

“Hace unos meses, en un día estábamos apoyando a 70 o 100 personas. Ahora hay 600 personas que están esperando”, afirma Michael Benavides, uno de los fundadores de Team Brownsville, una organización que cruza todos los días la frontera hacia Tamaulipas para llevar desayuno y cena a los migrantes que han ido formando campamentos improvisados en los alrededores del puente fronterizo de Matamoros.

“Los números están creciendo casi a diario. Pero siempre preparamos comida de más porque no queremos que nadie pase hambre y preferimos que sobre, no que falte”, añade.

Benavides creó esa organización junto a un grupo de educadores en julio del año pasado, después de que Estados Unidos impusiera un cupo diario de solicitudes de asilo en las garitas fronterizas y comenzaron a formarse largas colas de personas de diferentes nacionalidades que esperaban en los puentes fronterizos para pedir protección.

Y si bien inicialmente eran un pequeño grupo de voluntarios que pagaban todo “de su bolsillo”, en la actualidad se han conformado como una organización no gubernamental con más de 50 voluntarios fijos que recibe donaciones de diferentes partes del país: desde empresas en California hasta iglesias en Austin.

Además, cada día reciben la solidaridad de decenas de particulares, como un grupo de jubilados de la zona de River Bend, en Brownsville, que una vez a la semana compran 1,500 dólares en comida para donar a los solicitantes de asilo.

“En tiempos de crisis sale la gente buena”, dice el cofundador de Team Brownsville. Y asegura orgulloso que, desde la primera vez que cruzaron la frontera, no han faltado “ni un día” para asistir a los migrantes y refugiados.

Pero si inicialmente las familias esperaban cuatro o cinco semanas para pedir asilo, con la implementación del programa PPM ya no se sabe cuánto tiempo se quedarán los solicitantes de asilo en México mientras avanzan sus casos de asilo. “Son personas que pasan meses esperando en un puente, sin casa”, lamenta. “Lo que vemos a diario es muy triste aunque, gracias a Dios nadie pasa hambre, pero están bien fastidiados. Es muy caliente, hay niños enfermos y ellos se sienten como que EEUU no los quiere”.

Pese a la buena voluntad de la organización y sus voluntarios, los miembros de Team Brownsville se sienten desbordados por la incertidumbre de una realidad en la frontera que cambia cada día conforme el gobierno anuncia nuevas medidas para tratar de frenar la llegada masiva de familias migrantes en los últimos meses que, según la administración de Donald Trump, se aprovechan de los vacíos legales del sistema de asilo en Estados Unidos.

“Esta administración está manejando el avión mientras lo edifican y hemos visto tantos cambios en las leyes que es ridículo tratar de entender lo que va a pasar con esta gente”, lamenta Benavides.

Su organización trata de asistir a los migrantes legalmente todos los sábados, cuando cruzan la frontera varios abogados y le explican a los solicitantes de asilo los cambios en las leyes. Además, Team Brownsville ofrece asistencia médica a quien lo necesita, así como clases para los niños todos los domingos.

Pero las organizaciones lamentan la situación en la que acaban en esa ciudad las personas que recorrieron varios países en busca de asilo.

“Todo el mundo está con miedo. Saben que están en un lugar peligroso”, dice Benavides y pone el ejemplo de una madre salvadoreña que está esperando en Matamoros con sus cuatro hijos y que por las noches los pone a dormir en una tienda de campaña que le donaron y ella se queda fuera para vigilar que nadie haga nada a los niños.

“Esta señora de El Salvador no duerme por la noche preocupada por sus hijos. Están en un parque. Cuando un niño tiene que ir al baño se despiertan y van todos. Tienen miedo. Esta gente es muy buena, no hace problemas. Son las víctimas de falta de políticas de EEUU para apoyarlos”, afirma.

“Esas personas que están entrando a EEUU están buscando protección y se las está mandando a México, a Matamoros”, dice por su parte la hermana Pimentel. “Nosotros como país tenemos que tener otra opción más humana”.

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