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La pesadilla mexicana. Mujeres migrantes en nuestro país

Publicado el 16 de enero de 2013
en CONAPRED, Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación

México, D.F., enero 2013.- Todas ellas lo saben. En sus pueblos y ciudades se los han contado. A diferencia de los hombres, la herramienta para sobrevivir es su cuerpo. La usan con los mareros, los agentes de migración, o incluso con compañeros de viaje. Muchas historias se cuentan de aquellas que son engañadas para ser “enganchadas”. Muchas otras hablan de las que fueron bajadas de “La Bestia” y abusadas bajo el anonimato de la selva.

Lo mejor es no oponer resistencia, “de todos modos va a pasar”. Es el costo del sueño americano. Subsistir al infierno mexicano. Para sobrevivirlo, es mejor olvidar y seguir el camino.
 
“Todavía me da miedo subir a La Bestia”, reconoce Vanesa mientras recuerda su viaje de casi dos meses por territorio mexicano. A pesar de que ha subido y bajado en diversas ocasiones del tren que parte de Arriaga, Chiapas, rumbo a la frontera con Estados Unidos, afirma que nunca se sabe cómo será el próximo viaje en este ferrocarril que “devora migrantes”.
 
Originaria de San Pedro Sula, Honduras, a más de 10 horas de camino desde la frontera Guatemala-México, Vanesa reconoce que la parte más difícil para llegar al “sueño americano” es cruzar por México. Antes de partir de su comunidad localizada en la costa del Atlántico, escuchó muchas historias como las contadas por migrantes secuestrados en este país y quienes rindieron testimonio ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos, luego de ser rescatados.
 
“A dos de las mujeres las violaban diario. Parecían de trapo, las mujeres a las que violaban”. “Luego trajeron a las muchachas y al niño que se habían llevado. Estaban golpeados. Dijeron que una de ellas estaba rica y dijeron: `le dimos por los dos lados`. Una de ellas estaba en su mes y no les importó, todos las habían violado, menos uno al que le dio asco”.
 
O el relato de una mujer que fingió estar muerta para sobrevivir. “Me violó el 26 de noviembre de 2009. Me llevó al cementerio, por Tierra Blanca, y me violó, junto con otros dos. Mientras ellos me violaban, su mujer me golpeaba la cara con los pies. Me pegaron con la palma del machete hasta que creyeron que estaba muerta. Me dejaron ahí, hasta que unas personas me ayudaron y regresé a mi país”.
 
A pesar de esto, Vanesa logró llegar hasta la Casa del Migrante en Saltillo, Coahuila, gracias al cuidado de “la raza hondureña” y asegura que en el camino no le pasó nada, aunque sí vio gente caer del tren y ser cortada por la bestia de acero.
 
Padeció hambre, frío, sed y tuvo miedo de ser interceptada en el camino por mareros (integrantes de la pandilla Mara Salvatrucha) o agentes de migración y ser forzada a tener relaciones sexuales, o ser derribada del tren, caer y perder alguna pierna o brazo.
 
Superar cada etapa del recorrido la motivaba a “seguir para arriba” (en referencia a la frontera norte). Caminó los trescientos kilómetros que separan a los poblados del río Suchiate y Arriaga, Chiapas, sitio que después del huracán Stan, en 2005, se convirtió en el inicio del recorrido de “La Bestia”. La travesía originalmente partía de Ciudad Hidalgo, también en Chiapas, poblado a un costado del Suchiate y limítrofe con Tucún Umán, Guatemala.
 
Esta parte de la selva es conocida por su peligrosidad y altas tasas de criminalidad. Muchas mujeres son “enganchadas” en esta zona con la promesa de ser ayudadas a llegar a Estados Unidos y son obligadas a prostituirse en los bares y calles de las ciudades fronterizas.
 
Vanesa subió al tren y atravesó Oaxaca y Veracruz, casi sin dormir por temor a caer o sufrir algún abuso. Paró por algunos días y continuó el recorrido hasta Tultitlán, estado de México, donde se sabe que esperan los agentes migratorios. No tuvo problemas.
 
Sin pollero, sin haber sido detenida por las autoridades mexicanas, pero con poco dinero, pudo llegar a la Casa del Migrante en Saltillo para esperar el momento adecuado de intentar cruzar de manera ilegal al país vecino del norte, al igual que lo hacen otros cientos de personas que llegan a este lugar mes tras mes.
 
Una de cada cuatro
 
El cálculo de personas de Centroamérica que recorren México para cruzar de forma ilegal la frontera con Estados Unidos oscila entre 150 mil y 400 mil al año. Se estima que de los migrantes que ingresan a México por la frontera sur, 92 por ciento provienen de Centroamérica (43 por ciento de Guatemala, 35 por ciento de Honduras y 15 por ciento de El Salvador) y es además una migración predominantemente masculina, con 81 por ciento de hombres y 19 por ciento de mujeres.
 
Sin embargo, de acuerdo con el estudio “Migración, género y SIDA: Contextos de vulnerabilidad”, elaborado por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), 25 por ciento de las personas que están en tránsito por México y cuyo destino final es Estados Unidos, son mujeres.
 
A diferencia de los hombres, señala la investigación, las mujeres son muy vulnerables durante la ruta ya que “sirven como moneda de cambio a un grupo de varones ante las autoridades interfronterizas, quienes tienen relaciones sexuales con ellas a cambio de que pase todo el grupo”. La realidad es que el sexo se convierte para ellas en el único recurso con el que cuentan para negociar y de esta manera asegurar su sobrevivencia y seguridad al interior del grupo.
 
Así, la mujer es vista por los mismos migrantes como una persona disponible para cualquier tipo de servicios, pero principalmente para tener relaciones sexuales, y en determinados casos hasta prostituirse.
 
Esta realidad se percibe en lugares como este albergue, ya que, como explica Alberto Xicoténcatl, director de la casa, son muy pocas las mujeres que llegan hasta la frontera norte. Incluso hay semanas en las que no llega ninguna.
 
La semana anterior a esta entrevista sólo había seis mujeres, incluida Vanesa. Esta semana sólo hay dos y Vanesa. Las cinco chicas que llegaron la semana pasada decidieron intentar el cruce y no se ha sabido nada de ellas.
 
La Encuesta sobre Migración y Salud Sexual y Reproductiva en la Frontera México-Guatemala, 2009-2010. Trabajadoras Agrícolas Migrantes, Trabajadoras Sexuales y Migrantes en Tránsito, aplicada por el INSP en distintos albergues para población móvil en la República Mexicana, revela que 28.2 por ciento de las migrantes en tránsito por México tuvieron sexo a cambio de bienes como dinero, protección o seguridad.
 
Además, 9.2 por ciento de las migrantes señalaron haber sido objeto de tocamientos o manoseos y 8.3 reconoció haber tenido sexo forzado. Las cifras contrastan con las registradas en el sexo masculino, donde menos de 2 por ciento de los migrantes se vio obligado a mantener relaciones sexuales forzadas.
 
Además, las migrantes reportaron sufrir otro tipo de violencia como la psicológica, rubro en el que 29 por ciento indicó ser objeto de humillaciones o actos de menosprecio, 20.4 por ciento recibió amenazas y 11 por ciento era extorsionada o explotada laboralmente por un tercero. En el apartado de violencia física, 16 por ciento fue objeto de alguna agresión.
 
Salud sexual y reproductiva
 
“Contrario a lo que se piensa, sólo hemos detectado una prevalencia de 0.1 por ciento de casos de VIH/sida en la población que llega a la Casa del Migrante en Saltillo”, explicó en entrevista con Letra S Eduardo Calderón, integrante del área de salud y bienestar de esta institución.
 
Esta medición se realizó a partir de la firma de un convenio con el INSP y la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila, con el fin de conocer si la población móvil sería más vulnerable al VIH, como se ha planteado desde hace algunos años.
 
Para Calderón, si bien es cierto que las y los migrantes pueden enfrentar ciertos riesgos a lo largo de su camino, sobre todo con sexo forzado o violencia sexual en el caso de las mujeres, fue sorprendente observar durante el 2012 que la cantidad de personas detectadas con el virus es mínima, con una tasa muy similar a la prevalencia nacional.
 
Sin embargo, estos números no implican que se descuiden aspectos como las pláticas informativas que se realizan en el albergue cada miércoles, a manera de preconsejería. En ellas se explica lo que es la salud sexual y reproductiva, específicamente se habla sobre el VIH y otras infecciones de transmisión sexual (ITS).
 
Posteriormente, explica Calderón, se aplican pruebas rápidas de detección a quienes así lo deseen. Cada semana se realizan alrededor de 80 pruebas y se detecta un caso al mes. En una entrevista previa se les pregunta para saber cuántas parejas han tenido, si usan preservativos y qué métodos conocen para prevenir una ITS.
 
A diferencia de la manera tradicional en que se entregan los resultados a las personas que decidieron hacerse la prueba, en el albergue todos pasan con médicos visitantes para una breve entrevista en la que se aprovecha para hacer una recapitulación, saber qué aprendió la persona, qué factores de riesgo logra identificar y qué debe hacer para cuidarse. Además se les dan condones y sugerencias para mejorar sus hábitos sexuales, y evitar así infecciones futuras.
 
En el caso de las mujeres, se les da una plática informativa sobre embarazo, y de ser necesario, atención por si fueron violentadas en el camino.
 
Cuando se detecta un caso positivo de VIH, la persona es acompañada al Centro Ambulatorio de Prevención y Atención en Sida e ITS de Saltillo, donde se les dan los medicamentos que necesitan e información para que continúen con su vida cotidiana. En el marco del Proyecto Mesoamericano para el Abordaje Integral de las Poblaciones Móviles en VIH/sida, un convenio firmado por todos los países de la región, se garantiza la atención a migrantes con VIH en cualquier lugar de la zona, de manera gratuita.
 
“Ellos deciden si se quedan a atenderse en México, si continúan su viaje o si regresan a su país”, señala Eduardo, quien explica que en cualquiera de los casos se brinda asesoría legal a fin de garantizar a la persona la regularización de su estatus migratorio y pueda acceder a la atención médica.
 
Por mis hijos
 
Comprar un solar (terreno) y construir una casa para sus tres hijos y su madre es la motivación principal de Vanesa para continuar el viaje. “Con el dinero de Honduras no alcanza”, asevera, y a su vez recuerda que sus familiares en Estados Unidos le han dicho que hay mucho trabajo en el país del norte.
 
Hace dos meses que llegó a la Casa del Migrante en Saltillo. Espera la llamada del familiar que le dijo que esperara allí y descansara hasta que él pudiera ir por ella. En un principio se niega a revelar a dónde irá. Finalmente responde: “me gustaría ir a Virginia o a Los Ángeles”, tal vez sin saber que entre el estado y la ciudad hay una distancia de más de 4 mil 250 kilómetros.
 
Por el momento se incorpora a las actividades de maquila de mezclilla en el albergue para “hacerse de un dinero”. Habla de vez en cuando con sus hijos y su madre para saber que están bien. Reconoce que algunos de sus familiares se han “echado para atrás”, pero otros le han asegurado que irán por ella.
 
Se considera bendecida por Dios. A casi dos horas de camino de la frontera México-Estados Unidos no piensa desistir, pues, asegura, si dejó a sus hijos y su madre atrás, es para que, una vez llegando a los Estados Unidos y trabajando, no les falte nada.
Publicado en el número 198 del Suplemento Letra S del periódico La Jornada el jueves 3 de enero de 2013.
 

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