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El “Proyecto Migración” ayuda a las familias guatemaltecas a encontrar a sus seres queridos que están desaparecidos

Publicado el 14 de mayo de 2016
por Amy Bracken en Global Voices

Cada mes, Estados Unidos deporta a miles de hombres, mujeres y niños a Guatemala. Pero muchos continúan llegando al país o al menos lo intentan. Muchos están huyendo de aldeas remotas devastadas por la violencia del conflicto armado de hace varias décadas y que ahora sufren económicamente.

 

La Comisión de la Verdad de Guatemala reportó que gran parte de la ciudad maya de Zacualpa, en la sierra norte, fue el escenario de genocidios en la década de los 80.  Muchos de los residentes huyeron entonces y ahora, en las afueras de Zacualpa, casi una quinta parte de la población adulta ha migrado al norte, en busca de una vida mejor.

En Zacualpa, muchos lugareños no pueden resistirse a una apuesta: obtener un préstamo y pagar a un traficante miles de dólares para que los lleven a través de México a los Estados Unidos. Quizás lo logre, consiga un trabajo y envíe dinero a su hogar y familia que tanto lo necesitan, o puede que fracase, sean deportado y termine en Zacualpa, peor que antes.

O puede que desaparezca.

En ese caso, es probable que su familia vaya al convento detrás de la iglesia de Zacualpa, donde hay una pequeña oficina marcada con un papel que dice “Proyecto Migración”. Es una iniciativa local con el respaldo exterior del Centro de derechos humanos de la Universidad de Boston en el estado de Massachusetts, EE.UU.

Luisa Hernández Simaj trabaja aquí. Ella dice que la mayoría de las personas que se detienen ahí están buscando a sus seres queridos que se han ido al norte.

“Nos hemos dado cuenta de que ellos no se presentan”, “como, ‘Mi nombre es María o Juana y vengo de tal y tal comunidad’. La primera cosa que ellos dicen es, ‘estoy buscando a mi familiar inmigrante”.

Ellos saben que Hernández Simaj tiene acceso a una poderosa herramienta: el sitio web de localización del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos. Ella busca el nombre del inmigrante, país de origen y fecha de nacimiento. Algunas veces su ubicación aparece enseguida. Otras veces no aparece nada, lo que puede significar que el traficante le dijo que no usara su verdadero nombre. Entonces Hernández Simaj completa un formulario con la información del inmigrante y lo envía a una abogada de la Universidad de Boston, que lo revisa con su red de abogados en los Estados Unidos, para ver si alguien puede localizar a esta persona.

“Estamos tan felices cuando obtenemos un resultado”, indica Hernández Simaj, “Ver que está en detención. Él está aquí. La familia sabe que volverá a casa. No sabemos cuándo. Pero sabemos que volverá a casa”.

La sensación es de alivio, por que el mayor temor es que el ser querido que buscan esté muerto.

“Aquí en Zacualpa tenemos cuatro casos de personas que han desaparecido”, “Llevan desaparecidos entre 4 y 15 años” indica Hernández Simaj.

Y luego está el trágico caso de la familia de Manuel. El granjero de 67 años vino por primera vez a la oficina unos meses atrás sabiendo dónde estaban su hija y su nieto. Ellos habían sufrido en un accidente en México. El traficante había perdido el control del auto tratando de evadir a las autoridades. La hija de Manuel acababa de despertar de un coma y su hijo de 8 años había fallecido.

Hernández Simaj fue a visitar a la familia.

Hablando una mezcla de quiché maya y español, Hernandez Simaj le pide a Manuel que cuente su historia.

Hace años, relata Manuel, el esposo de su hija se fue a los Estados Unidos a buscar trabajo para apoyar a su familia. Se suponía que su esposa y su hijo se le unirían, pero eso nunca pasó.

El primer intento fue frustrado por la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos. En el segundo intento, ocurrió el accidente, cuando Manuel vio las noticias, pidió ayuda al Proyecto Migración. Los miembros del personal trabajaron con iglesias en México para organizar un viaje hasta allí y traer a su hija a casa, con los restos de su hijo.

“Sin las iglesias”, dice Manuel, “olvídenlo”.

De vuelta en el parque del convento, afuera de la oficina del Proyecto Migración, hay otro cliente, Luis de 21 años. De cierta forma, él es afortunado. Ha sobrevivido a tres intentos de llegar a EE. UU. En cada ocasión, fue capturado por la Patrulla fronteriza. En esa parte de la historia lo abruma la emoción y se detiene por un momento.

Aún así, pese a lo mala que fue la experiencia la primera vez, después de ser deportado, él dice, “Cuando piensas acerca de las deudas, quieres volver atrás y olvidar todo lo que ha pasado”.

Él había querido ayudar a su familia. En lugar de ello, tuvo que vender las tierras de su familia para poder pagar el préstamo, con intereses.

Solía ser sus familiares quienes iban al Proyecto Migración para seguirle la pista. Ahora es él quien viene aquí.

“Ayuda hablar con las personas de aquí”, indica. En la comunidad, “lo que pasa es que para algunos es una vergüenza hablar sobre sus fracasos”.

Hernández Simaj ve esto todo el tiempo. Ella dice que las personas no hablan debido al dolor de tener una deuda, pero también por que “ellos no lograron alcanzar, este entre comillas, sueño Americano”.

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País

Guatemala

Temática general
[Migración][Migrantes][Familia][Familia][Familia]

Temática específica
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